Seleccionar página

Antes de entrar en materia, hablemos de algo que seguro te interesa si estás aquí.

Empecemos por lo más chocante.

1. La cura definitiva del trastorno bipolar.

Foto de Alistair MacRobert

Sí, sí. El título de este apartado es real.

Es real que a día de hoy la gente aún crea en una cura definitiva.

Y ahora llego yo y les chafo el día a esos esperanzados desinformados.

No pude evitar llevarme las manos a la cabeza al comprobar cuánta gente realiza ciertas búsquedas en internet cuando busca info en google sobre este trastorno.

No te lo cuento. Mejor te lo enseño.

Fuente: App.Kparser.com

(perdona por la falta de nitidez en la imagen, lo mío no es la tecnología 😅)

Los numeritos en azul señalan las búsquedas estadísticas de los términos y temáticas que aparecen en la lista de la izquierda. En toda España se encontraban estas cifras a día 22 del 12 del 2022 (en vez de seguir la lotería, me dio por comprobar estos otros números).

99 es el número más alto.

72 es la frecuencia con que se busca la cura definitiva del trastorno bipolar.

Ahí es nada.

No sé tú. Pero yo aluciné cuando vi que una gran parte de los interesados, creen que encontrarán en internet una cura para este diagnóstico psiquiátrico.

Quizá tú seas uno de ellos y hayas llegado a esta página por ese motivo.

Quizá también sientas que estoy haciendo burla de ti o de tu forma de buscar una solución para ese problemón con el que convives desde fuera.

Si es así. Te aclaro que no soy quién para reírme ni meterme con nadie. Ni contigo, ni con nadie.

Pero permíteme que exprese mi enorme sorpresa.

Tal falta de conocimiento y conciencia en lo que respecta al padecimiento de una enfermedad mental es alarmante al igual que preocupante.

No me extraña que se llegue a momentos de desesperación irreversibles que parecen hacerse eternos, cuando la persona que los padece emplea su tiempo en buscar una curación y no en informarse para conocer la enfermedad de cabo a rabo.

Lo básico y fundamental para tratar con ella, es saber que es una enfermedad grave y crónica. Y por tanto incurable.

Que no es lo mismo que incontrolable.

No nos equivoquemos.

Para que quede claro, repito.

No se cura. Es para toda la vida.

Sí se puede controlar. No es una sentencia de muerte.

Dicho esto. Si aún crees que existe una terapia de choque o tratamiento de laboratorio que tenga la eficacia y poder para acabar con el diagnóstico neurobiológico de esa persona con bipolaridad (o cualquier otra dolencia mental).

Te invito a seguir buscando y dejar de leer esta entrada. Y de paso dejar de leer este blog.

Definitivamente, no es para ti.

2. Personalidad real VS Enfermedad mental

Yo también cometí el gran error de pensar que mi madre no me quería. Que hacía cosas por joderme, por llamar mi atención o por tenerme siempre ocupada y preocupada atendiendo cualquiera de sus innumerables exigencias.

Años después deduje que esto de distinguir cuando habla mi madre y cuando lo hace la enfermedad no es cuestión de edad, inteligencia.

Da igual que tengas 29 o 57 años. O que seas arquitecto, carpintera o psicólogo.

Lo más importante es avivar los sentidos y mantenerlos bien despiertos para conocer cómo se mueve, se expresa y se desarrolla la enfermedad que habita en una pequeña, pero importante parte del cerebro de esa persona.

¿La clave para conseguirlo? Mantener la mente despejada y centrada en conseguir el único objetivo que importa: conocer bien quién es en el fondo.

Quién es el trastorno bipolar.

Y quién es la verdadera persona que lo sufre y AÚN no lo controla.

Cuando yo me enfadaba con mi madre. Le gritaba más que a nadie (con la posterior culpabilidad a cuestas). Me hacía sentir pequeña, frustrada e impotente.

Pasé de tener miedo por no recibir los cuidados típicos que una madre da incondicionalmente. A detonar la bomba de culpa que destruiría nuestra relación, empeoraría su estado y aniquilaría mi integridad física y mental.

Por todo esto y más, hoy te cuento algo.

2.1. Por qué te confundes entre la personalidad del enfermo mental y la patología que padece

“Pruebo con mil maneras de derribar esa triple coraza que se forjó después de tantos años intentando no decaer y derrumbarme como aquel par de rascacielos.

Busco la mejor forma de llegar a ella. De reconectar con su guerrera interior. Intento ahondar en su ser y en todas esas virtudes que quedaron bajo la sombra de tanto dolor anímico.

Sigo pensando que esta enfermedad de los cojones no es más fuerte que su personalidad viva. No más que todos esos deseos por cumplir que se pensaron inalcanzables. No más que aquella maestra de la vida que tenía fuerza para un día de 33 horas.

Su esencia incomparable sigue ahí. Lo sé. Incluso en los días que se ahoga entre su pasado malvivido y su incierto futuro que a menudo vislumbra como fatídico.

Compartimos los momentos de desastre y desorientación. Pero nuestros recuerdos son muy, pero que muy, distintos.

Ella parece tener algunos años en blanco. En cambio, esos mismos años los guardo esculpidos en mi memoria. En mi forma de ser y sentir.

En la pesada piedra de la lucha constante. De la incomprensión. De la soledad (pese a estar siempre acompañada)

Soledad. Perfecto sobrenombre de aquellos tiempos. De todos esos años de enfrentamiento con la maldita enfermedad que se llevó lo mejor que conocí de la mujer que me dio la vida.

Por eso me enfadaba. Ardía en ira cuando sentía que la lucha era solo mía.

Por no aceptar la realidad de que nada ni nadie me recargaría la energía desgastada.  La que me quemaba y frustraba.

Cuando experimentaba que solo yo tiraba del carro de esa estabilidad soñada. ¡Madre mía! Ese carro pesaba como una enorme maleta sin asas repleta de cocos verdes…

“¿Cocos verdes? ¿Pero qué comparación es esa?”

Durante mi estancia en el estado de Bahía (Brasil). Mientras en mi tierra natal se daba el confinamiento domiciliario durante la pandemia, pude saborear el increíble y más sabroso agua que esta fruta tropical regala.

A ese coco marrón que se te viene a la cabeza (si aún no has conocido a la joya cocotera) añádele otra capa increíblemente gruesa.

Para llegar a disfrutar de la exquisitez que esconde. Ese agua de vida.

Hay que atravesar primero una dura y más que resistente capa, para después romper la cáscara marrón que te lleva hasta la delicatessen.

Foto de Meimei Ismail

No es fácil llegar al maravilloso agua que esconde. O al menos no es fácil si intentas abrirlo con una piedra afilada y un palo como fue mi caso. 😂

Cada coco verde puede llegar a pesar 2,5 kg. Tan solo con pensar en llevar 5 o 6 a cuestas, ya me agoto… Madre mía, ¡cómo pesan, pero que ricos están!

Pues así es como veo a mi madre. Como un coco verde que contiene una esencia única y que desearía con todas mis fuerzas saborear en su versión actual.

La pena es que después de tanta culpa y recriminación acumulada, sus capas y su dureza se multiplicaron en ella.

Inquebrantable, inaccesible… es como siento ese alma de madre y mujer que un día fue, para mí, la persona más poderosa del mundo.”

Ratitos conmigo misma. María Tovar

Y todo se reduce a una agotadora y desgastante emoción.

La CULPA (si se te ocurre alguna más, te leo en los comentarios).

Porque…

Tiene la culpa por pedirte, exigirte, agobiarte y nunca, nunca ponerse en tu lugar.

Tienes la culpa por haberle gritado. Por tener otras cosas que hacer además de cuidarle.

Incluso tienes la culpa por disfrutar tu vida mientras esa persona está sufriendo una depre o incluso está viviendo un ingreso.

Tiene la culpa porque sientes que te manipula. Por intentar engañarte. O por ser tan inconsciente que deja la medicación cuando le parece.

Tienes la culpa porque quieres hacer planes que no le incluyen, aunque te pida atención y compañía constante.

Tiene la culpa porque, aunque a veces te dice que te quiere, sientes que te odia como a nadie.

Tienes la culpa porque muchas, muchas veces quieres desaparecer y hacerle caso a todos los que te dicen que así no puedes seguir…

La lista es infinita y la culpa aún más.

Al final cuando le recriminas ser culpable por todas las barbaridades que te dice o hace.

Tratas su personalidad como enfermedad y su enfermedad como personalidad.

No hay forma de saber cuándo termina una y cuándo empieza otra.

No puedes verlo. Todo es lo mismo para ti. Y acabas por pensar que es mala persona y punto. No hay otra explicación.

Pero ¿y si hubiera una explicación que no conoces y que lo aclara todo?

3. En qué se parece una mala borrachera a la enfermedad mental.

Imagen de Ehimetalor Akhere Unuabona

¿Te has cogido alguna vez una cogorza de esas en las que te cuentan cosas que hiciste y no te reconoces?

De esas en las que has hecho o dicho cosas que no son propias de ti y de las que te arrepientes. Puede que incluso llegues a reírte de esas barbaridades, pero en el fondo se te cae la cara de vergüenza.

De esas en las que molestas o jodes a alguien “sin querer” durante tu tajada y te da reparo pedirle perdón cuando estás fresco y te das cuenta de tu error.

Y al final le dices… “perdona, pero estaba borracho. Estaba borracha”.

Si esto nunca lo has vivido seguro que conoces a alguien que te ha soltado esta frasecita.

La borrachera juega un doble papel.

Por un lado, te hace sentir como una mierda por haberte comportado tan mal, pero como “estabas borracho o borracha” te liberas de mucha culpa.

Es la gran excusa para “salvarte” de aquella gran cagada.

¿Veredicto?

INOCENTE.

Por desgracia.

La enfermedad mental no es suficiente para esquivar la culpa.

La enfermedad mental se convierte en la causa principal que la alimenta.

Porque no es tan evidente ni perdonable como una noche entre copas que acaba mal.

Porque no es tan visible como los tropiezos y tambaleos de embriaguez que te llevan al suelo.

Porque sus síntomas no pueden vomitarse.

Y porque no se queda en una mala resaca que te hace sentirte como una mierda durante un par de días.

La patología mental. Sea la que sea. Les hace sentir en un resacón constante durante toda la vida.

O al menos así lo veo desde fuera (aunque…qué sabré yo lo que es sufrirla desde dentro) Pero aún así, me tiro a la piscina y te cuento mi visión. Para eso estamos aquí ¿no?.

Al menos sí conozco cómo es una mala resaca. Lo otro lo vivo desde fuera. Eso también.

Bueno, al grano.

Llega la resaca.

Vienen los remordimientos típicos: “no vuelvo a beber”, “¡¿pero cómo llegué a hacer eso!?”, “qué mal me siento, ya no querrán salir conmigo”, “aún no sé cómo llegué ahí”, “me cuentan cosas y no me reconozco”, “debería haber parado antes”, “no sé lo que me pasó”, “solo tengo ganas de dormir y que mañana sea otro día”, “es la última vez que me comporto así”

La mente se descontrola. El ánimo está ausente. La alegría parece cosa de otros (o de tu versión de anoche).

No te encuentras. No te concentras. Por supuesto si tienes que trabajar, será el día más largo de tu vida.

No quieres quedar con nadie porque aún no te sientes tú. O quieres quedar con muchos porque así te alejas de tantos pensamientos destructivos.

Quieres pasar página y centrarte en los buenos momentos que pasaste, pero hay otra voz dentro de ti que te restriega por la cara los malos (aunque no lo sean tanto).

Pones Netflix y eliges una peli que te evada y te haga desconectar del malestar.

Te cuestionas lo que haces con tu vida y si estás tomando buenas decisiones para llegar a ser la persona que otros esperan o, en el mejor de los casos, la versión mejorada que quieres llegar a ser.

Eres solo un despojo emocional que no se quiere a sí mismo y que se desprecia (aunque sea un poquito) por no controlar lo que dijo o hizo.

Ya sabemos que el alcohol es un depresivo. Y que en exceso agrava y eterniza todos estos síntomas.

Así que ahora toca beber mucha agua. Pastillitas para el dolor de cabeza. Y a comer guarrerias que te chuten una buena dosis de dopamina para contentarte un rato.

O mejor, miras para atrás y te das cuenta de que en el momento decisivo de seguir o parar, elegiste seguir. Por eso hoy tienes resaca y tan mal cuerpo y mente.

No es ningún misterio.

Sé consciente y consecuente y así el día siguiente no será tan duro.

Con tan solo conocer los efectos y consecuencias lógicos y más que comprobados del alcohol, ya deberías dejar de machacarte y aparcar la depre post borrachera que manejas.

Y ahora te pregunto:

¿No encuentras nada en común con alguna patología mental conocida?

*Creo que no hace falta que te diga que esta comparación se aleja kilómetros luz de la realidad. Es lo bueno de hacer un blog, que puedes hacer lluvia de tus ideas locas sin que el lector se lo tome al pie de la letra. 😜

3.1. El caso del trastorno bipolar

Te cuento las similitudes entre una mala borrachera con su consecuente resaca y los pródromos y síntomas de la bipolaridad.

¡Te aviso! Esto que te comparto es una forma chistosa de compartir mi realidad bipolar. Basada en las ideas y experiencias que he tenido con esta dolencia desde muy pequeña como familiar de diagnosticada.

Creo que es evidente, que no tiene ninguna base científica ni mucho menos. Es obvio, lo sé. Pero por si las moscas, me quedo más tranquila avisando. 😅 🤙

Avisado o avisada estás.

Empezamos.

Similitudes durante la borrachera. Llega la manía o hipomanía (según el caso y la persona).

  1. Sensación de omnipotencia y grandiosidad.
  2. Elocuencia y deseo de quedarte congelado en ese momento donde nada te para.
  3. Ganas de repetir una y otra vez porque te encanta esa versión de ti mismo.

Similitudes durante la resaca. Llega la depresión.

  1. Pensamientos rumiantes y destructivos que te hacen sentirte como el culo.
  2. Sensación de abandono y poca fuerza de voluntad.
  3. Necesidad imperiosa de ayuda para combatir la dureza de tu autodestrucción descontrolada.

Como ves depresión y manía (o hipomanía según sus efectos en cada uno) se combinan en estas semejanzas.

Y ahora te pregunto ¿por qué una cogorza puede resultar hasta chistosa y la sintomatología mental se critica y se mira con tan malos ojos?

No tiene nada que ver una con otra, podrás pensar.

Vale.

No tienen nada que ver. O sí…

4. Los 5 pasos para saber cuando actúa su personalidad y cuando su enfermedad mental

Foto de Clem Onojeghuo

1. Cada persona es un mundo. Cada enfermedad es un abismo.

Para saber cuando los síntomas se apoderan de la persona y de su comportamiento, lo primero que debes hacer es lo que se suele dejar para lo último.

¿Y qué es esto? Investigar e informarte. Informarte e investigar.

Hace años, no tenía ni idea de lo que significaba tener trastorno bipolar.

Solo sabía que mi madre se medicaba, que en verano estaba más revoltosa, dormía menos y que llegaba a ingresarse por un descontrol que ni ella sabía por dónde venía.

Ahí viene la otra cuestión. El diagnosticado es igual de responsable que tú de informarse y de saber lo que tiene.

¡OJO! No lo que es. Lo que tiene.

No me refiero a poner en google “trastorno bipolar” y leer un trocito de los 5 millones de resultados que te aparecen.

Me refiero a leer de verdad tooodo lo que supone la bipolaridad. Desde el comienzo hasta el último dato que te ayudará a saber con lo que estás lidiando.

Y para conseguir esto, te recomiendo este pedazo de libro. De la euforia a la tristeza, se llama.

Fue mi primero sobre el tema y solo me sale decir GRACIAS.

Gracias a los autores por, no solo compartir teoría súperbien explicada y detallada.

También por darle voz a personas que sufren esta dolencia desde dentro y que, de su puño y letra, cuentan sus experiencias de lo más humanas y esclarecedoras.

¡Ah! Y gracias a mí misma por querer encontrar respuestas donde antes solo había dudas y desorientación.

Me cambió la vida por completo tras dar aquel primer paso hacia la libertad que poco después comencé a saborear.

2. Haz una lista con todo lo que te gusta de esa persona.

La confianza da asco. A veces es así.

Es un dicho bastante feo, pero por desgracia se acerca bastante a la realidad si no tienes una relación sana y equilibrada con esa otra persona.

Habéis pasado por mucho. Y parece que tus esfuerzos por ayudarle se los pasa por el forro (sinónimo más educado: le importa un comino).

Aún así, sabes que tiene cosas muy buenas que no comparte contigo, pero sí con los demás. Seguro que sí.

Y que te encantaría disfrutar cada vez que hacéis algo juntos.

Lo que sea.

Apunta 5 cosas. Solo 5.

Cuando termines, tendrás una evidencia escrita por ti que te demuestra que hay esperanza.

Aunque creas que ahora es imposible, disfrutarás de esas pequeñas cosas que te hacen sonreír con tan solo pensar en ellas.

Solo es cuestión de ponerse manos a la obra y de seguir este camino.

¿Cuál? Pues leerte textos como este que te ayuden a desbloquear creencias limitantes y a conocer opciones para aprender a manejar esta dura dolencia.

Fácil.

Dedica tiempo a informarte y a recordar todo lo bueno que te une a esa persona.

Seguimos…

3. Date cuenta de en quién te conviertes cuando estás con él. Con ella.

Ver la paja en el ojo ajeno ya sabemos que es fácil. Ahora te toca encontrar la viga en el tuyo.

¿Escuchas lo que siente cuando está en depresión o solo oyes quejas y llantinas además de amenazas de suicidio?

¿Sabes distinguir cuando está en hipomanía y cuando tiene una racha “buenísima” en la que da gusto acercarse a ella o a él?

¿Cómo reaccionas cuando llegan los delirios o alucinaciones y no entiendes nada de las “locuras” que te dice o hace?

No nos damos cuenta cuando estamos empeorando su estado o cuando le estamos ayudando de verdad a mantenerse estable.

¿Por qué?

Porque no tienes herramientas. No conoces trucos. No reconoces los pródromos que avisan con tiempo antes de una nueva crisis.

No llegas a comprender que cuando la química en su cerebro se descontrola, todo lo que hace o dice es involuntario y está dominado por el desfase emocional propio de su trastorno.

A ver, no tengo intención de machacarte.

Más bien quiero mostrarte una perspectiva diferente a la que has vivido hasta hoy. En la que tu familiar o ser querido bipolar te amarga la vida y te impide levantar cabeza.

Para que conozcas la forma de liberarte del agobio, sacar tiempo para disfrutarlo cómo y cuándo quieras sin sentirte culpable por dejarle solo o sola.

Y para que te dediques a la tranquilidad y bienestar que el trastorno afectivo bipolar te robó desde el momento en que llegó.

Así que si quieres aprender a sonreír mientras ayudas a esa persona a estar estable y ser cada día un poquito más como de verdad es >>>> Aquí tienes lo que buscabas y no encontrabas.

4. Céntrate en el principal problema que os separa.

Son tantos los problemas, discusiones, malos entendidos y dolores de cabeza que te da la bipolaridad, que no sabes ni poder dónde empezar.

Pues empieza por cuidarte tú. Escucharte. Sentirte. Y despejarte. Para encontrar la mejor forma de convivir con una enfermedad que te acompañará cada día.

Aprende a vivir junto a la enfermedad mental de tu familiar desde tu cuidado personal hoy mismo.

Y deja los dolores de cabeza para la resaca. 😉

5. Respira. Sonríe. Y empieza otra vez.

“Para reír de verdad, usted debe ser capaz de llevar su dolor, ¡y jugar con él!”Charles Chaplin.

No hay excusas. Solo sonríe y busca soluciones.

Nunca te resignes frente al descontrol bipolar.

Por María Tovar

En lugar de seguir absorbida por la enfermedad mental de mi madre y seguir frustrándome por no saber cómo ayudarla ni cómo evitar sus episodios de manía y depresión.

En 2016 decidí pararle los pies al trastorno bipolar.

Aprendí a disfrutar de mi tiempo, mis sueños y mis viajes sin descuidar la estabilidad de mi madre ni por un segundo.

Gracias a años de lectura sobre el funcionamiento del cerebro, inteligencia emocional y mentalidad, conseguí encontrar el equilibrio perfecto para no amargarme la vida por culpa de la bipolaridad.

Hasta hoy hemos evitado a tiempo 3 crisis maníacas y 2 depresivas. Y espero que sigan aumentando porque cada posible recaída me enseña cómo evitarlas con más calma y sin miedo paralizante.

Ahora todos estos aprendizajes los comparto en el proyecto Bailando con Polos.

En él ayudo a otros familiares, de cualquier parte del mundo, a convivir con el trastorno bipolar sin que este controle su tiempo, destruya su salud y acabe con su paciencia y ganas de hacer planes.

¿Quieres ser libre frente al trastorno bipolar y asegurarte de que no controlará más tu vida?

🎁🎁 Disfruta de este video de 20 minutitos para saber cómo evitar la próxima recaída de tu familiar bipolar sin desesperar. 👀👀

Y despídete de una vez del agobio y la impotencia de luchar contra una enfermedad mental que no te deja ser feliz.

O si lo prefieres hablamos cara a cara (incluso con pantalla de por medio) y te cuento cómo conseguirlo.
📲 Clic AQUÍ para reservar tu llamada gratuita.