Cotorreo. Críticas. Miradas raras o por encima del hombro. Habladurías. Rechazo. Compasión. Pena. Mofa. Miedo. Humillación…
Dilo como sea. Llámalo como quieras.
La realidad es obvia y creo que poca discusión cabe.
A la sociedad no le gusta el enfermo mental.
No le gusta la rareza de la mente. Detesta la “anormalidad” y lo desconocido.
Como tampoco le gusta toparse con alguien que dice o hace cosas de “chalado” que solo sirven para reírse de él y ser grabado con el móvil y convertirse en video viral mientras no hay NADIE que le ofrezca ayuda o llame a alguien que pueda dársela.
Aquí tienes el caso de un chico chileno que consiguió la friolera de más de 1 millón de visualizaciones por parecer un loco perdido por el metro.
Te aviso de que este vídeo lo comparto para que quede claro a lo que me refiero con eso de reírse de alguien que parece no estar bien de la cabeza.
O ser un demente. Loco. Chalado. Perjudicado. Tocado del ala. Perturbado. Desequilibrado. Majareta…
Dilo como sea. Llámalo como quieras.
Fíjate si este tipo de personas viven en la incomprensión y eterno rechazo que ni siquiera hemos sido capaces de darle un nombre a su condición sin que suene despectiva.
O demasiado técnica como paciente psiquiátrico o, tan largo que da pereza, como persona diagnosticada con enfermedad mental.
Con lo rica que es la lengua castellana, que aún no hemos logrado darle un nombre neutral o que no implique menosprecio para definir a aquella persona que tiene una afección bioquímica en el cerebro y tiene serios problemas para gestionar emociones, controlar impulsos o manejar pensamientos irracionales, así como aguantar el chaparrón de tonterías que dicen sobre ellos los que no tienen ni puta idea de lo que significa tener una patología mental.
Dilo como sea. Llámalo como quieras.
Pero yo me conformaría con que cualquiera que se tope con alguno de estos afectados, le tratara como persona que necesita asistencia y no como un bicho raro del que alejarse o mofarse.
Así ya iríamos por buen camino.
Una enfermedad tan vieja como el hombre
Así se titula el capítulo IV del libro (que no me cansaré de recomendar) De la euforia a la tristeza. El trastorno bipolar. Cómo conocerlo y tratarlo para mejorar la vida.
Basándome en este pedazo de libro que compacta lo más esencial que debes saber sobre esto de la bipolaridad y cómo gestionarla, te cuento un pelín de la historia de las enfermedades mentales.
Más que nada porque así le verás todo el sentido al porqué de tanta estigmatización acumulada.
1.Desde el siglo III a.C. se entendía el trastorno mental como algo mágico o demoníaco.
2. En 1486 se publica El martillo de los herejes, con ayuda del Vaticano, por el que la enfermedad mental se considera una posesión demoníaca. Basando la “terapia” en torturas y hasta la muerte del supuesto poseído.
3. En 1656 en Francia se establecen asilos para los “insanos” donde los directores decidían libremente si se internaba indefinidamente a vagabundos, homosexuales o huérfanos junto a personas con problemas psiquiátricos. Combinando tratamientos como provocarles vómitos, purgas y torturas varias.
Por suerte no todo lo que se encuentra en nuestro pasado es igual de repugnante.
4. Los egipcios hacían excursiones, conciertos, además de practicar diferentes disciplinas artísticas como la danza o la pintura para tratar al enfermo psiquiátrico.
Algo que se sigue haciendo en la actualidad.
Mira lo que hacen en la Fundación Asam Familia en su taller de arteterapia.
5. “Los griegos introdujeron (…) tres tipos de tratamientos que han convivido (…) hasta nuestros días: el somático (…) tatarabuelo de los tratamientos farmacológicos, la interpretación de los sueños (…) bisabuelo del psicoanálisis (…) y el diálogo con el paciente (…) padres directo de terapias como la cognitivo-conductual.”
Por desgracia poco efecto producen las iniciativas constructivas e inclusivas que ayudan a estas personas a desarrollarse como lo que son, personas dentro de una sociedad que está más enferma que ellos.
Después de tantos intentos por todas y cada una de las organizaciones, asociaciones y diversos colectivos que trabajan por el cambio.
El concepto de loco en la mente colectiva sigue siendo la misma desde que fue salpicada por aquellos que la convirtieron en una lacra social. Algo que menospreciar, que temer y que ocultar.
El porqué de que siga siendo así es muy simple.
¿De qué te enteras antes que nada en tu barrio? (incluso si no eres persona muy afín al cotorreo)
¿De las buenas acciones del vecino que lleva comida a un centro de ayuda al sin techo, o del cotilleo que te cuenta la prima de la cuñada del hermano del vecino que te hace verle como el tío más despreciable del mundo por algo que hizo y que nadie sabe si es verdad?
Pues eso…
Nos encanta el morbo y lo que suena a salsa rosa que destripa al otro. De eso sí se acuerda todo el mundo.
¿Y lo bueno? Eso pasa desapercibido.
He ahí la razón más que simple de por qué a día de hoy se sigue mirando al enfermo mental por encima del hombro.
Sin culpar a la iglesia de hoy. Pero sí a la de ayer.
Sin responsabilizar a todos esos cabrones que solo veían a esas pobres personas como un animal rabioso y peligroso. Pero sí.
Sin atacar a aquellos supuestos profesionales que solo veían en los afectados una oportunidad para demonizarlos y apartarlos de la comprensión social. Pero sí.
Dilo como sea. Llámalo como quieras.
Yo lo tengo claro.
Paso del morbo.
Rechazo social encubierto del bipolar

Cientos de estudios, de investigaciones y profesionales de la salud mental hacen visible toda la teoría sobre el trastorno bipolar.
Todos estos conocimientos son aún más que necesarios (si cabe) para todo aquel que utiliza el término “bipolar” como insulto o mofa ante los cambios de humor de cualquier persona.
¡Ah! Y ni hablemos del típico “todos somos un poco bipolares”.
Sin comentarios…
Sí, todos estamos al tanto de que a veces las palabas se utilizan de forma errónea e incluso peyorativa de manera casi “inconsciente” (por decir algo).
Como también sabemos que el “maricón” se seguirá utilizando como un insulto o “trabajar como un negro” continuará formando parte de nuestras expresiones cotidianas.
Pero ¿significa esto que tenemos que acostumbrarnos a toda forma de hablar ofensiva simplemente por estar normalizada?
Lanzo la pregunta a todo aquel que se sume a la negativa en su respuesta. Los que opinan de otra manera, simplemente, no deberían seguir leyendo.
Ya demuestran mucho con ese pensamiento. Y entre tú y yo… ¡que se vayan a tomar por saco! (pero con cariño 😜). Así con mi pequeño toque bipolar jajaja
El objetivo no es, ni mucho menos, crear una trifulca entre la persona que utiliza la expresión “eres un poco bipolar” y la persona que ha sufrido y sigue sufriendo las consecuencias de esta polaridad emocional.
Lo importante será convivir en paz y respeto desde el conocimiento y la conciencia.
Al igual que cuando empezó todo, yo no tenía ni pajolera idea de lo que era el síndrome maniaco-depresivo.
La sociedad no es consciente del daño que este trastorno sigue trayendo a las vidas de millones de personas en cada país de tooodo el mundo.
Por ello, desde aquí aprovecho para “recomendar” el uso de otro tipo de términos para hablar de personas que han tenido algo más de suerte y que no son “un poco bipolares”, sino que simplemente no se encuentran a sí mismas.
Genuinamente TAB

Blanco, negro. Rico, pobre. Heterosexual, dimisexual (sí, también existe). Rapero, pianista clásico de conservatorio. Chileno, del pueblo de al lado. Entradito en carnes o con más músculos que Popeye.
Nadie está inmunizado o tocado por una varita mágica que le libra de padecer cualquier enfermedad mental.
Nuestro querido Vincent Van Gogh y su noche estrellada.
El mismísimo Abraham Lincoln y su abolición de la esclavitud en Estados Unidos.
El grandísimo actor, productor (y mil cosas más) Mel Gibson y su obra cinematográfica BraveHeart.
O la actriz Catherine Zeta-Jones y su poderío innato.
Y si repito mucho el posesivo “su”, es porque todos esos logros y capacidades son (o fueron) suyas. De nadie más.
De esas personas “un poco bipolares” que lograron fluir entre voces y miradas.
Consiguieron cabalgar por la montaña de la euforia o cavar hacia arriba en el hoyo de la depresión más profunda.
Llegando a ser grandes ejemplos de éxito y grandeza.
Aunque también están los casos de Nena Daconte, Selena Gomez y otros tantos artistas reconocidos que son googleados sin parar por el morbo del que hablaba y que produce en los adictos al salseo la necesidad de hacer eco de la noticia.
¿Mi opinión? (que quizá te interese)
¡Menos salsa rosa y más lectura!
¿De qué? Pues de experiencias sufridas y aprendizajes ganados de la mano de personas que los comparten sin tapujos ni miedo.
Aquí te dejo un ejemplo (puedes acceder al libro pinchanzo justo en el nombre)
📚 Por si las voces vuelven. Ángel Martin.
No te adelanto nada. En un futuro post te cuento mi opinión sobre este libro y por qué puede ayudarte a entender más y mejor las emociones y pensamientos con los que lidia tu familiar bipolar.
Te sorprenderá de lo lindo hasta dónde puede llegar la mente humana y cómo de destructiva y surrealista puede hacer su realidad.
Si ya has leído algún otro, espero que tú también compartas tu veredicto conmigo y con todo el que se pase por aquí a leerte 😉
Es lo bueno de los blogs ¿no?
Nos contamos mutuamente, que así es más divertido.
Tú también tienes la oportunidad de aportar valor y decir lo que te venga en gana (siempre desde el respecto ¡eh! 🥰). No te cortes.
Cuenta, cuenta.
Mientras, sigo con lo que te decía. Que me voy por las ramas.😆
Pues eso.
Que lo ideal es empaparse de realidad sin intermediarios que la desvirtúan como quieren.
Te animo a leer experiencias reales de la mano de personas que consiguieron sacar lo mejor de algo tan horrible como es alejarse de uno mismo.
Y que sacan la voluntad y fuerza de compartirlo tras haber estado tan perdidos en su propio ser que ni siquiera podían poner en orden sus pensamientos y deseos.
Ese es el buen material. Lo demás es basura mediática.
¿Recuerdas a Peter Pan?

Su sombra campaba a sus anchas cada vez que le apetecía.
Sin pedir permiso. Se separaba por completo de la persona que conformaba su silueta.
Peter no podía dominar su propia sombra aunque quisiera.
Esto es igual.
Todas estas celebridades que comparten de alguna manera la lucha con su propia sombra, al igual que otras tantas personas que viven en el anonimato como tú y como yo.
Todas ellas merecen nuestra más sincera admiración y aplauso.
Porque cada una vive en guerra constante consigo misma. Su cerebro y toda la química que se disloca en él, han hecho de su realidad una locura.
Sí, has leído muy bien.
Locura como “la privación del juicio o del uso de la razón”.
Una PRIVACIÓN. Que no es otra cosa que la ausencia del bien que se apetece y desea.
Todas esas personas llegaban a controlar, en mayor o menor medida, sus deseos y decisiones con más esfuerzo del esperado.
Y todo por culpa de una patología que les despojó de su propia voluntad de ser.
Un día un fantasma secuestró y encarceló la estabilidad emocional de todas ellas.
Y fue entonces cuando su nueva vida comenzó. Así como las de todos los que le rodeaban y amaban de verdad.
Llegó ese cambio gigantesco. ¿¡Para qué engañarnos!?
Pero… ¿es un cambio limitante y que hace imposible el disfrute diario?
Si esa es tu conclusión y te la has creído.
Desde mi humilde opinión…no puedes estar más equivocado. Equivocada.
Por María Tovar

En lugar de seguir absorbida por la enfermedad mental de mi madre y seguir frustrándome por no saber cómo ayudarla ni cómo evitar sus episodios de manía y depresión.
En 2016 decidí pararle los pies al trastorno bipolar.
Aprendí a disfrutar de mi tiempo, mis sueños y mis viajes sin descuidar la estabilidad de mi madre ni por un segundo.
Gracias a años de lectura sobre el funcionamiento del cerebro, inteligencia emocional y mentalidad, conseguí encontrar el equilibrio perfecto para no amargarme la vida por culpa de la bipolaridad.
Hasta hoy hemos evitado a tiempo 3 crisis maníacas y 2 depresivas. Y espero que sigan aumentando porque cada posible recaída me enseña cómo evitarlas con más calma y sin miedo paralizante.
Ahora todos estos aprendizajes los comparto en el proyecto Bailando con Polos.
En él ayudo a otros familiares, de cualquier parte del mundo, a convivir con el trastorno bipolar sin que este controle su tiempo, destruya su salud y acabe con su paciencia y ganas de hacer planes.
¿Quieres ser libre frente al trastorno bipolar y asegurarte de que no controlará más tu vida?
Y despídete de una vez del agobio y la impotencia de luchar contra una enfermedad mental que no te deja ser feliz.
O si lo prefieres hablamos cara a cara (incluso con pantalla de por medio) y te cuento cómo conseguirlo.
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