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No te conviertas en su peor enemigo.

No es difícil equivocarse.

Solo hay que tener boca. O eso dicen ¿no?

Lo mismo pasa cuando intentas cuidar a tu familiar bipolar durante sus recaídas. O simplemente en el día a día.

A veces esto último es lo que más en la cuerda floja está. Y puede ser incluso más inestable que la enfermedad en sí misma.

Por eso, te cuento lo que debes evitar por todos los medios para no convertirte en el peor enemigo de tu ser querido.

¿Qué encontrarás en este post?

  • Conocer las cosas que seguramente hagas (sin darte cuenta) y que impiden una mejoría en tu familiar y en su enfermedad.
  • Empezar a darte cuenta de que por mucho que intentes ayudarle, a veces es mejor parar. Y hacerlo de otra forma.
  • Descubrir la manera de relajar toda la presión acumulada que tienes y que por muchos psicólogos, clases de yoga o paseos por el campo que tengas, no consigues aliviar.

Bien. Comenzamos.

1. Trabaja tu interior y no necesitarás sacar la paciencia de debajo de las piedras nunca más.

Cuando a una amiga, o a amigo (claro) le acaba de dejar su pareja tras años de noviazgo, lo último que se te ocurriría sería sacar a relucir toda la mierda que ha hecho mal para que el amor de su vida le haya dejado.

Está en plena temporada de duelo post-ruptura.

Deja de comer o se harta de pasteles.

Llora desconsoladamente en los momentos menos esperados.

Duerme como el culo. No quiere hablar con nadie o cuando lo hace solo piensa en lo mal que está sin esa persona a su lado.

Se fustiga pensando en todo lo que pudo hacer mejor, etc, etc, etc.

¿Tú qué pensarías frente a esto?

Pobre, lo está pasando fatal. Llevaban 15 años juntos… ha sido un palo muy grande…

Pues a eso lo llamo “problemas del primer mundo”.

No me malinterpretes, yo también he llorado por desamor. ¡¿Quién no?!

La cuestión es que si nos comportamos con esa amiga, ese vecino, prima o colega del gym… con comprensión, empatía y ganas de levantarle de ese bajón. O como poco darle un ratito de desahogo.

¿Por qué pierdes la paciencia (casi) a diario cuando se trata de tu familiar enfermo?

Puede ser porque a veces te hace sentir como si tu atención ininterrumpida no valiera de nada.

O porque pareces hablarle a la pared cuando lo único que intentas es animarle y que salga de la cama.

Puede ser porque te angustia estar con la cabeza pensando constantemente en su malestar sin saber qué más hacer para sacarle del agujero.

O porque su tristeza es lo primero que recuerdas a primera hora de la mañana y lo último con lo que te arropas cada noche.

Pero aquí viene la gran pregunta:

¿Tiene esa persona la culpa de que tú te sientas fatal y que con tan solo pensar en ella tu día se haga cuesta arriba?

Sí. Llevas aguantado mucho.

Pero más te queda por aguantar si sigues culpando a tu familiar o su enfermedad por tu malestar, estrés, agobio, frustración y la eterna lista de emociones que soportas a su lado.

Créeme cuando te digo que comprendo perfectamente por lo que estás pasando. Yo también estaba desesperada.

Pero gracias a esa desesperación y al compromiso con mi propio bienestar. Mi salud. Y mi felicidad. Espabilé y quise cambiar mi realidad.

A base de mucho trabajo interior, he aprendido que YO y solo YO elijo como sentirme.

No voy a culpar a nadie ni nada externo por sentirme triste, nerviosa, enfadada, ahogada o incomprendida.

Da igual que haya una persona que me demanda cuidados sin parar.

Da igual si sacrifico un momento con mis amigos por pasar un rato con ella.

Da igual si se me ha cortado el estómago en plena comida porque le he cogido el teléfono para escuchar el “problemón” que ha tenido hoy.

Todo eso da igual.

¿Por qué?

  • Porque que me pida ayuda, consejo o cuidados es normal al ser yo su cuidadora oficial (sin título certificado ni nada, eso sí 😅)

Y porque estoy en todo mi derecho de decirle (tranquilamente): “Vale mamá, cuando pueda te echo una mano”. Y no sofocarme por ello.

  • Porque si YO elijo no salir a cenar con mis amigos, no es porque ella me obligue. Es porque YO lo elijo. Dedicarle tiempo es una elección mía. Lo hago cuándo y cómo yo pueda/quiera/elija. Y no siempre que me lo pida.

  • Porque si se me ha quitado el hambre porque le he cogido el teléfono sabiendo de antemano que no es nada urgente, puesto que estamos lejos de cualquier situación de alerta. La que debe aprender a esperar y llamarla después de comer (o mañana) soy yo.

Ya sé de sobra que hablar con ella mientras estoy comiendo NO me sienta bien.

No es su culpa. Tampoco mía.

Pero sí es mi responsabilidad y compromiso con mi propio malestar los que me recordarán que mientras se come, se disfruta de la comida, y luego se habla con la mamma de todos los problemas que quiera contarme.

Son pequeños aprendizajes. Pequeños cambios.

Pero sin duda marcan la diferencia.

No solo mejoran tu estado de ánimo. También mejora tu relación con esa persona. Y vuestra forma conjunta de afrontar la enfermedad que os ha tocado compartir.

Tu sentir fue, es y será siempre una elección tuya.

Nunca podrás controlar lo que dice o hace tu hermano, hija, padre, abuela bipolar. Ni tampoco lo pretendas.

Pero elegir cómo sentirte en cada difícil momento será lo único que te hará libre.

El cambio será de un día para otro. Será súperfacil y nada fatigoso. Coser y cantar, vaya.

¿¡Te imaginas?! 🤣 🤣 🤣

¡Para nada!

No será fácil y tampoco rápido.

Pero te aseguro que es 100% posible.

Si ya conoces algo de mi historia con el trastorno bipolar.

Sabrás que tras 6 años probando y probando. Buscando y buscando la salida que me dejara escapar de esa mierda de vida que llevaba bajo el dominio de una enfermedad que se convirtió en la controla de vuelo de mis emociones, pensamientos y hasta mis sueños… llegué hasta aquí.

Te cuento toooodas las vueltas que he dado hasta conseguir llevar la vida que quiero mientras le evito a mi madre pasar por otro brote.

Lee y verás:

  • Meditar en un centro budista.
  • Limpiar mi casa con el péndulo hebreo para conseguir dormir bien.
  • Ir a sesiones mensuales de acupuntura.
  • Estudiar Kinesiología.
  • Probar la Biodescodificación.
  • Practicar la PNL.
  • Hacer visualizaciones diarias.
  • Agradecer cada mañana y cada noche.
  • Visitar a mi psicóloga sin falta.
  • Leer sobre neuropsicología, el funcionamiento del cerebro y la gestión de las emociones.
  • Escuchar podcast sobre mentalidad, motivación y crecimiento personal.
  • Desayunar con los audiolibros de Marian Rojas, Anxo Pérez o Tony Robins.
  • Desaprender malos hábitos e incorporar otros saludable (fácil de decir, muy difícil de conseguir 😌)
  • Empaparme de libros sobre el trastorno bipolar.
  • Hacer cursos sobre risoterapia, bienestar emocional y felicidad.
  • Practicar yoga.
  • Hacer una depuración intestinal cada cambio de estación.
  • Visitar al osteópata visceral.
  • Hacer sesión de focusing a distancia.
  • Escribir afirmaciones y un diario del cambio.
  • Tomar extracto de amapola para combatir el bruxismo.
  • Probar con la moxibustión y los pares biomagnéticos.
  • Tomar diazepam.
  • Buscar mi Ikigai.
  • Encontrar mi mantra.
  • Perderme viajando durante 10 meses por América.
  • Pasar 4 meses en Brasil a base de fruta, verdura y baños en cascadas.

¡Pero qué lista más larga!

(o más corta) Eso depende de quién lo lea y de las ganas que haya puesto en salir del problemón.

Algunas cosas de las que te acabo de contar te parecerán una chorrada, también las habrás probado o conoces de alguien que las practique a diario.

Te puedo decir que mi desesperación era tal, que no sabía ni a quién acudir, lo que hacer o por donde empezar.

Pero eso es lo único que había que hacer. Empezar.

Que algo no te sirve (o eso crees) pues a otra cosa mariposa.

Por mi parte decirte que todas y cada una de las cosas que has leído, me aportaron algo para aprender a manejar el trastorno bipolar de mi madre y todo el bombazo emocional que venía con sus altibajos.

Bueno, el diazepam sobraba (la verdad sea dicha).

Si quieres saber cómo lo conseguí después de tanto buscar, lo tienes fácil.

Con solo un clic por aquí descubres cómo me liberé de tanto sufrimiento a la vez que conseguía ayudar a mi madre a mantener su enfermedad a raya.

2. Termina ya con síndrome del cuidador quemado.

Autor: Jacqueline Day

Este punto va íntimamente relacionado con el anterior.

Si no conoces este síndrome, es hora de que le des nombre a tu “diagnóstico” (ayuda mucho darle un nombre a lo que te pasa. Ya pasó con tu familiar ¿recuerdas?)

Ahora que conoces este concepto, vamos a lo importante.

Tu sobrecarga como cuidador que se hace cargo de las necesidades, demandas y tiempo de auxilio que necesita tu familiar bipolar, es un hecho.

Si no es así, pero lo ves en otra persona cercana, envíale este post. Seguro que, como mínimo, se siente reflejado y encuentra algo de consuelo.

Bueno, a lo que vamos.

No es fácil delegar la ayuda que como cuidador, le das a diario a esa persona que precisa de una atención especial. Y más cuando algún brote está dando por saco.

Un apunte hago aquí. El diagnostico no es suficiente para vivir una agonía.

La inestabilidad sí.

Me explico.

La persona con trastorno afectivo bipolar (TAB) tiene una vida como la tuya o la mía.

Con su trabajo, su pareja, sus estudios…puede llegar tarde (o no) a una cena. Puede que desayune una tostada con aguacate o sea más de cafelito y dulce. Y puede que prefiera ducharse por la mañana y no por la noche.

El diagnostico no es la causa de su inestabilidad.

La inestabilidad es una consecuencia de los siguientes factores (no necesariamente todos):

  1. La falta de un tratamiento farmacológico acorde a su estado.
  2. Un ambiente familiar destructivo y/o estresante que motiva la toxicidad en su mente.
  3. La falta de seguimiento psicoterapéutico, psicoeducativo y/o terapéutico complementario que le ayude a gestionar sus emociones.
  4. Muy mala alimentación y/o nula higiene del sueño.
  5. Abuso de sustancias tóxicas.
  6. Desconocimiento absoluto de los pródromos que le llevan a esa situación.
  7. Cero controles médicos como litemia o perfil hormonal.
  8. Tener mala juntiña o unas amistades que no le aportan sino todo lo contrario.
  9. No hacer ni papa de ejercicio y no tener un mínimo contacto con la naturaleza y los beneficiosos paseos.

Vamos, que si tu familiar no llega a disfrutar de años de eutimia, hay que revisar estas cositas con lupa para saber qué está fallando.

“Ya, pero es que no pone de su parte y no quiere ni tomar su medicación, acostarse temprano o moverse del sofá” puede que sea tu caso.

Entonces te propongo que empieces por cambiar tu forma de actuar y te dediques a tu bienestar.

Tal cual.

Dedícate a ti. Comprende que esto es cosa de dos. De tu familiar y tuya.

Y deja para otros el síndrome del cuidador quemado. Ya le has puesto cara y no lo quieres cerca.

En ti está dejarlo atrás y decidir que no es así como quieres sentirte, vivir tus días ni levantarte cada mañana.

Cuídate desde hoy y verás como los cambios llegan solos.

Esta será la clave para ayudarle a hacer pequeños cambios e incluso ganar una comunicación que os haga superar los malos ratos con la enfermedad.

El equipo que hagáis juntos, juntas. Será lo único que hará la diferencia.

Nada de recriminaciones. Nada de imponer un cambio que no está trabajado. Y mucho menos, nada de seguir en ese bucle de autodestrucción que no te deja ver más allá de vuestro sufrimiento.

Porque para ver mejoras no hay nada mejor. “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”.

Para lograr esto puedes empezar por el manual práctico del trastorno bipolar. Claves para autocontrolar las oscilaciones del estado de ánimo.

Tanto para ti, como para tu familiar. Este excelente manual os puede sacar del desastre que lleváis soportando.

3. Barre el estigma hacia fuera (de casa)

No te lo tomes a mal.

Esto no es nada personal.

Pero puede que a veces el mismo estigma que se respira fuera, lo vives y alimentas tú dentro de casa.

A ver, no te digo esto para meterte caña y decirte, a través de una pantalla, que eres una mala persona y que tratas fatal a tu familiar.

Para eso mejor no escribo nada y estoy más guapa. 😋 ✌️

Esto se trata de saber lo que hay, pero a veces no puedes ver porque estás hasta arriba de mierda bipolar (sé que suena fatal, pero es así).

Si eres consciente de que haces lo que te digo más abajo, mejor para ti. Así verás más claro lo que debes dejar de hacer.

Por tu bien, por el de tu familiar y por el de su recuperación.

Si crees que lo haces todo perfecto y el que tiene la culpa de que la enfermedad os esté jodiendo la vida, es precisamente la persona que la padece, pasa de leer este punto.

No creo que te vaya a aportar nada más que un buen cabreo.

Bien. Vamos al lío.

  • Ocultas el diagnostico por miedo al rechazo.
  • Si te preguntan cómo está (tu familiar) siempre dices: “bien, va bien la cosa” y esquivas el tema por todos los medios.
  • No le cuentas todo lo que sufres con este trastorno ni a tu mejor amigo. Amiga.
  • Prefieres inventarte una excusa en el trabajo para ausentarte antes que decir que tu familiar está ingresado o ingresada en el ala de psiquiatría.
  • Piensas “es que nadie tiene por qué saber nada de mi vida privada” cuando en realidad te cuesta tratar su enfermedad con normalidad.

En casa es dónde hay que empezar por erradicar todo la incomprensión social que rodea a la estigmatización.

Normalizar su existencia y su padecimiento es crucial para llegar a aceptarla por completo.

No te digo que le cuentes hasta al panadero que antes de ayer tu ser querido amenazó con quitarse la vida.

Pero sí que normalices el tema más pronto que tarde.

Normalizar y aceptar van de la mano.

No te conviertas en el principal enemigo soltando píldoras como:

“Tú lo que tienes es que dejarte de tontería y ponerte a trabajar” o “¡venga ya! Todo lo que tienes es cuento”, “no te pegues todo el día en la cama que así no vas a salir nunca de la depresión”.

En este escenario. El familiar siente que está, como mínimo un escalón por encima.

Porque el enfermo mental es débil. Elige vivir así. Y en definitiva no se entera de que o cambia YA o no disfrutará de la vida como es debido.

Aquí el familiar no solo no acepta su estado. También lo rechaza y critica.

Y está claro que no se puede esperar que la persona cuya condición merma o daña su salud mental afronte el coctel molotov que su diagnostico conlleva.

Implicarse, informarse y motivarse a llevar unas conductas de apoyo y orientación para el correcto manejo de la enfermedad es fundamental.

Es más básico que respirar para vivir.

Si como familiar educas tu forma de afrontar las complicadas situaciones en las que te ve envuelto. Envuelta.

Si te comprometes con tu propia salud y conoces al máximo cómo actúa y afecta la patología con la que estás dispuesto a convivir. Tu comprensión y manejo será mucho más efectivo y positivo.

Lanzar la crítica y la culpabilidad como en un partido de tenis de un lado para otro solo aumenta la carga emocional del fracaso.

¡Que quede claro!

No vengo a criticar. Todo lo contrario.

Yo caí en todos los errores que te puedas imaginar creyendo ayudar a mi madre cuando lo único que conseguía era empeorar la situación y su estado.

Así que nada de critiqueo.

Esto es como ser padre o madre. ¿Qué padre no se equivoca alguna vez con su hija?…

Pues eso.

¡Ah! Y para que superes esas grandes cagadas y no te las guardes en el cajoncito de la mesita de noche de la culpabilidad eterna.

Tienes un libro que te liberará de toda esa porquería mental y que tendemos a “normalizar”.

Si quieres sanar el pasado. Descartar la culpa como opción frente al error.

Si buscas soltar el resentimiento crónico. Y llegar al estado de libertad interior.

Este libro te va a enamorar.  

Chimpúm.

Por María Tovar

En lugar de seguir absorbida por la enfermedad mental de mi madre y seguir frustrándome por no saber cómo ayudarla ni cómo evitar sus episodios de manía y depresión.

En 2016 decidí pararle los pies al trastorno bipolar.

Aprendí a disfrutar de mi tiempo, mis sueños y mis viajes sin descuidar la estabilidad de mi madre ni por un segundo.

Gracias a años de lectura sobre el funcionamiento del cerebro, inteligencia emocional y mentalidad, conseguí encontrar el equilibrio perfecto para no amargarme la vida por culpa de la bipolaridad.

Hasta hoy hemos evitado a tiempo 3 crisis maníacas y 2 depresivas. Y espero que sigan aumentando porque cada posible recaída me enseña cómo evitarlas con más calma y sin miedo paralizante.

Ahora todos estos aprendizajes los comparto en el proyecto Bailando con Polos.

En él ayudo a otros familiares, de cualquier parte del mundo, a convivir con el trastorno bipolar sin que este controle su tiempo, destruya su salud y acabe con su paciencia y ganas de hacer planes.

¿Quieres ser libre frente al trastorno bipolar y asegurarte de que no controlará más tu vida?

🎁🎁 Disfruta de este video de 20 minutitos para saber cómo evitar la próxima recaída de tu familiar bipolar sin desesperar. 👀👀

Y despídete de una vez del agobio y la impotencia de luchar contra una enfermedad mental que no te deja ser feliz.

O si lo prefieres hablamos cara a cara (incluso con pantalla de por medio) y te cuento cómo conseguirlo.
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